ALBERTO RODRIGUEZ :: FOLKLORE DE CUYO
   
     
 
   
 
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El gaucho
El bocio
La serenata
Los fogones
El matadero
Las chinganas
Tonadas cuyanas
del siglo XLX

Quien te amaba
ya se va

El martirio o La tirana
Dos tonadas
que son una
Juan Gualberto Godoy
Tonada en romance
El medio amante
y Yo vendo
unos ojos negros

Tonada de las
Sierras Morenas

Influencia chilena
en la tonada cuyana
 
Fotografías
 
Agradecimientos

El antiguo Matadero: Otro ámbito de expresión


“A mediados del siglo XVIII se fundó el Cabildo en la ciudad de Mendoza capital -hoy Museo del Área Fundacional- en las cercanías del viejo zanjón de Guaymallen, al pasar Mendoza a depender políticamente de Buenos Aires. Este lugar fue, por cierto, muy visitado por el general Don José de San Martín, en la época de la Campaña Libertadora, al igual que por el monje franciscano Fray Luis Beltrán, y tantos miembros de la oficialidad del Ejército. Después de casi cien años en ese mismo lugar, descendientes de colaboradores anónimos del Ejército Libertador, seguían recordando los relatos de sus mayores acerca de la figura de San Martín como un hombre muy querido por el pueblo, un criollo sencillo, cultor de la música criolla.
El Cabildo funciono allí hasta 1871, diez años después de que el devastador terremoto dejara en ruinas la ciudad. La estructura edilicia fue casi la misma y se destinó para faenar ganado. Nació así el Matadero Municipal, lugar que no puede omitirse al hablar de la cultura popular de Cuyo y de otro lugar de preferencia para la expresión de la música popular anónima de Cuyo.
En esos años se faenaba la hacienda en el Matadero, ubicado entre la calle Beltrán y Videla Castillo, frente a la plaza, que tenía el mismo nombre, Plaza del Matadero. En esas cercanías, frente al zanjón de Guaymallen, había un viejo almacén de Don Manuel Rosas, sanjuanino. Allí se reunían los mejores cantores y guitarreros de la época. Con estos arreos era común que llegaran gran cantidad de arrieros cuyanos y chilenos, los más famosos ejecutantes de requinto y mandolín, payadores, cuentistas, dicharacheros, los que en esas juntadas desparramaban toda la gracia y la chispa -entre otras formas- en la improvisación de un cogollo picaresco o de una relación si tenía que bailar un paisano una Cueca con alguna chinita.
En las inmediaciones de la Plaza del Matadero existían fondas populares. En esas fondas se servían sabrosos locros, pasteles, empanadas, cazuelas. Nunca faltaba el buen vino carlón, ni la chicha, ni la pichanga.
Se organizaban a diario reuniones, o fogones donde acudían hombres humildes que eran verdaderos artistas intuitivos. Mate en mano, y guitarra, allí estaban achureros, carniceros, vagabundos, desolladores, repartidores de carne, almaceneros, peluqueros, panaderos, y cuanto vecino del lugar quisiera. Cantaban toda clase de tonadas y danzas puramente nuestras. Algunos se destacaban en la rapidez y picardía en contrapuntos de payadas.
También desfilaron hombres que hicieron gala de su ingenio creativo, en las letras de tonadas y cuecas que junto a hermosas melodías se popularizaron en el pueblo rápidamente como anónimas.
El Matadero, al igual que en las adyacencias de la antigua Calle Larga -hoy Pedro Molina- sirvió como escenario para levantar grandes tiendas y carpas, en las fechas patrias -25 de Mayo, 9 de Julio- o para las fiestas religiosas -Pascuas, Navidad, Reyes- donde se comía y bebía y en otros cantaban y bailaban.
Este tipo de fiestas, el pueblo las denominó ‘Bodegones Populares’. Era agradable ver este espectáculo bullicioso popular que duraba varios días y era otro goce de grandes y chicos.
Eran un clásico los bodegones de quincha, de asado con cuero, horno de barro, empanadas, pasteles, vino, sangría. En un lugar se comía y bebía, en otros se cantaba, y así en un clima de total despreocupación, la cueca, el gato, el vals criollo, hacían las delicias de los bailarines.
Solían escucharse las guitarras y requintos, hasta diez cuadras a la redonda. Corrían las dos primeras décadas del siglo XX.
La zona del Matadero, ubicada en la capital mendocina, de a poco se urbanizó. Algunas viviendas se vendieron con diversos fines. Otras de tan viejas se demolieron. Desaparecieron grandes extensiones de frutales, viñedos que rodeaban estas inmediaciones. Se instaló en el viejo Cabildo devenido Matadero, la Feria Municipal donde se comercializaba el agro. Esas juntadas espontáneas de cultores y creadores anónimos, así como los tradicionales Bodegones, se disiparon cada vez más hasta extinguirse por completo.
De la Gran Zona del Matadero -llamada así en el colectivo por todo lo que implicaba- salieron las canciones más cuyanas, las últimas tonadas.
Solamente quedaron páginas memorables registradas en el cancionero anónimo del antiguo hombre cuyano”.


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